Las gárgolas de las catedrales ¿por qué eran terroríficas?


Desde lo alto de la mayoría de catedrales europeas unos seres fantásticos y terroríficos nos observan. Llegaron durante el siglo XII, se afianzaron durante el gótico y fueron despareciendo con el barroco. ¿De dónde vinieron? ¿Qué utilidad tenían? ¿Porqué dejaron de usarse? y una última pregunta: las gárgolas de las catedrales ¿por qué eran terroríficas?
Las gárgolas de las catedrales ¿por qué eran terroríficas?

Se llama gárgola al canalón, cuya utilidad es la de desaguar un tejado, pero que tiene la forma de una figura grotesca. Suelen sobresalir bastante de los edificios ya que su función es alejar el chorro del agua que recogen de las cubiertas lo más posible del edificio en el que están ubicadas. Así se evite que la mampostería y el mortero de las paredes quede dañado por la acción del agua.



No es un invento de la Edad Media, aunque es en esa época cuando empiezan a colocarse en iglesias, catedrales y otros edificios en toda Europa. Los egipcios, los griegos y los romanos ya las utilizaban, aunque solían limitarse a la figura de un león u otro animal. El origen del nombre parece provenir del latín “gurgulio” (hacer gárgaras) o de la palabra francesa “gargouiller” que significa producir un ruido semejante al de un líquido en un tubo. A veces se confunden las gárgolas con las “quimeras”. Éstas son figuras parecidas a las gárgolas, adosadas a los edificios, pero que no tienen ninguna función práctica, sino únicamente ornamental.



Sobre el origen del nombre de estas esculturas-desagües existe una leyenda francesa. En ella se explica que San Romain, obispo de Rouen, tuvo que enfrentarse a un monstruo que rondaba la ciudad y al que llamaban “Gargouille”. Era un dragón alado, de cuello largo y que exhalaba fuego por la boca. San Romain consiguió vencer a la criatura con la única ayuda de un crucifijo y un hombre condenado por la justicia. El monstruo fue incinerado en Rouen, pero su cabeza y cuello no se quemaban ya que eran de un material templado para que pudiera resistir el fuego que salía de su garganta. El cuello y la cabeza se montaron entonces en la pared de una iglesia que se estaba construyendo para que la protegiera y ahuyentara los malos espíritus.



En esta leyenda encontramos el motivo de que sean imágenes terroríficas. Desde principios de la Edad Media, con la expansión de la Iglesia Católica, se vio la necesidad de adoctrinar a un pueblo que era en general analfabeto. Las gárgolas de las catedrales y otros edificios religiosos, que representaban a seres legendarios como los dragones, recordaban a los laicos que necesitaban la protección de la Iglesia que tenía el poder de expulsar el mal de sus dominios. A la vez se consideraba que las imágenes terroríficas ahuyentaban a los malos espíritus que intentaban entrar en la iglesia.



En el gótico es cuando las gárgolas terroríficas alcanzan su máximo esplendor. Algunas voces dentro de la Iglesia, como la de Bernardo de Claraval, se alzaron contra estas representaciones.



Dejaron de utilizarse a principios del siglo XVIII ya que la mayoría de edificios empezaron a incorporar bajantes para desaguar los canalones. En Londres, por ejemplo, en 1724 fue obligatoria la construcción de bajantes en las nuevas edificaciones y poco a poco fueron desapareciendo. Hoy en día los arquitectos las incorporan como elementos decorativos.
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