Ligar siendo tímido no es fácil. Cuando tienes la autoestima baja prefieres no correr riesgos. Cualquier cosa vale para evitar la posibilidad de rechazo. El problema es que ello suele implicar perder muchas oportunidades. A diferencia de los hombres, las mujeres pueden llegar a ser extremadamente sutiles a la hora de demostrar su interés por una persona. Y no siempre es fácil captarlas. Ahora que llevo más de tres décadas en la tierra, he aprendido a interpretar mucho mejor las señales del cortejo. Y me he dado cuenta de lo engañado que estuve durante tanto tiempo. Estas son algunas de las falsas creencias que desarrollé durante mis tiempos de empanado militante. Que no te ocurra lo mismo.

1. Crees en las coincidencias.
¿Mencionas que vas a ir a un concierto y te la encuentras? ¿Comentas lo mucho que te gusta una serie y a los pocos días te cuenta que ha visto las tres primeras temporadas del tirón? ¿Cuelga una canción de tu banda favorita en Facebook? ¿Os encontráis por la calle y tiene que ir justo en la misma dirección que tú? ¿Todo esto ocurre en el plazo de una semana? Evidentemente no es casualidad.
2. Crees en la bondad.
La verdadera amistad se demuestra en los momentos de necesidad. Por supuesto. Pero cuando una chica a la que hace poco que conoces parece estar siempre dispuesta a echar una mano para todo, atento. Probablemente está buscando una manera de pasar tiempo contigo sin la presión de tener una cita. ¿Qué dónde está la frontera? En las mudanzas. Si una chica a la que no cuentas entre tus amistades íntimas te ayuda con una mudanza es que probablemente no quiere ser tu amiga, sino algo más.

3. Crees en la maldad.
Cuando todavía estaba en la ESO me rompieron el corazón de forma cruel. Y dolió como solo puede doler cuando eres adolescente. A causa de ello pasaron diversos años hasta que pude volver a confiar en una chica. O en mí mismo. En una ocasión, se me aproximaron tres chicas de mi curso y una de ellas me dijo señalando a otra: “ella cree que eres muy mono, ¿saldrías con ella?”. A mí no se me ocurrió otra cosa que mirar a los ojos de la chica que iba detrás de mí y decirle con toda frialdad: “tú no quieres salir conmigo, tu lo que quieres es que diga que sí para salir corriendo y luego reíros de mi”. Y aún así insistieron. A lo que respondí: “no, sé que estáis mintiendo”, mientras me iba. Todavía hoy recuerdo su cara de confusión. Y todavía hoy me arrepiento de ello.
4. Crees en la profesionalidad.
Si de pronto un sábado por la tarde recibes un mensaje de una compañera de trabajo preguntándote cómo te está yendo el fin de semana, no hace falta que corras a llamarla preguntándole si hay alguna emergencia que haya que solucionar. Probablemente lo único que quería era iniciar una conversación para ver si querías ir a tomar algo esa noche. A mi me pasó. Lo sé porque finalmente entendí las señales y en una de las citas que tuvimos me lo contó entre risas.

5. Crees que eres muy gracioso.
Por mucho que seas más gracioso que la media, es imposible que TODO lo que digas sea digno de carcajadas. Haz la prueba. Suelta una broma especialmente mala a propósito y, si sigue riendo, es que quiere algo más que escuchar tus chistes. Y si todavía necesitas más evidencias hay otro método infalible relacionado con las risas. Cuando estamos en un grupo y ocurre algo gracioso solemos mirar instintivamente a la persona que más nos interesa de ese grupo para ver si también le ha hecho gracia. Si te das cuenta de que siempre eres la primera persona a la que mira después de que alguien suelte una broma, ya sabes.

6. Crees que eres muy listo.
Este fenómeno se da especialmente durante los años académicos. ¿Recuerdas esa chica de la universidad que siempre te decía de ir a la biblioteca y una vez ahí solía acercarse a ti mucho con la excusa de que tenía que hablar bajo y te preguntaba cosas que a ti te parecían muy fáciles? ¿Nunca te extrañó que luego sacase mejores notas que tú? Pues eso.

7. Crees que eres muy tonto.
Cuando tienes pareja estable, en cambio, suele pasar todo lo contrario. De pronto te das cuenta que está enfadada y no sabes por qué. Se lo preguntas y su respuesta es una mirada que dice “ya lo sabes”. Pero tú no lo sabes. Piensas que se le pasará pronto y sigues haciendo la tuya. Luego te echa en cara que encima sigas haciendo la tuya. Le vuelves a preguntar qué le pasa. Y entonces empieza a cantarte las cuarenta. Y tu no entiendes por qué. Le pides que sea más concreta y te dice que “no se trata de eso”. Al final acabas aguantando el chaparrón mientras repasas mentalmente las últimas horas para averiguar en qué momento te has perdido. La alternativa es pedirle que, por favor, te diga exactamente lo que quiere. Pero este recurso puede volverse en tu contra muy rápidamente.
8. Crees que todo lo que posteas es extremadamente interesante.
¿Foto totalmente anodina de tu comida en Instagram? 2 toques. ¿Tuit sobre lo mal que huele el metro a primera hora de la mañana? Favorito. ¿Link en Facebook a un artículo sobre energías renovables? Compartido. ¿Te registras en el gimnasio en Foursquare? Like. No es que tu vida haya dejado de ser anodina. Está intentando desesperadamente demostrar interés en tus intereses.

9. Crees que se ríen de ti.
Existe un tipo de chica que aplica la psicología inversa para demostrar su interés. Eso significa que en vez de intentar ser lo más amable posible, te soltará toda clase de borderías. Vivimos en la era del cinismo, y el sarcasmo se ha convertido en una de las armas de seducción favoritas de aquellos que no se atreven a confesar sus sentimientos directamente. Eso sí, hay que tener en cuenta que no todo el mundo que es borde contigo es porque quiera tirarte los tejos. También existe la posibilidad que te odien con todas sus fuerzas.
10. Crees que te quedarás solo para siempre.
La combinación de todas las creencias anteriores tiene una consecuencia inevitable: la progresiva autoconvicción de que ninguna chica se interesará nunca por ti. Pero la inmensa mayoría de veces el problema no es la falta de interés sino la incapacidad para descodificarlo. Pero para eso existen artículos como estos.