Tienen 12 años y trabajan en plantaciones de tabaco. Y lo peor está por venir


Con solo 12 años, Elena G. empezó a trabajar en las plantaciones de tabaco de Carolina del Norte. Allí cortaba hojas durante 12 horas diarias, a temperaturas extremas que podían ascender a 40 grados, constantemente inhalando nicotina y pesticidas. Era demasiado joven, pero era lo único que podía hacer para ayudar a su madre.  
Ya han pasado 4 años y, desde entonces, su vida ha cambiado en muchos sentidos. Pero cuando camina entre las largas filas de plantas no puede evitar pensar que, de algún modo, es como si no hubiese pasado el tiempo.
"En el campo no me siento diferente que cuando tenía 12 años. Todavía tengo dolores de cabeza y me duele el estómago. Es como si tuviera náuseas... Me siento como si fuera a vomitar", dijo para un informe que Human Rights Watch publicó en diciembre de 2015.
A pesar de que trabajar en granjas de tabaco es perjudicial para la salud, en Estados Unidos los adolescentes mayores de 12, como fue Elena en su día, pueden hacerlo durante un número ilimitado de horas. Aunque solo es posible si cuentan con el permiso de sus padres y siguen yendo a la escuela, representan una parte notable de la mano de obra del sector.
Foto de Benedict Evans para Human Rights Watch 
Su situación no es muy conocida más allá de las fronteras de EE. UU., por ello hemos querido hablar con la investigadora de Human Rights Watch especializada en salud y derechos de los niños, Margaret Wurth.

"En el campo no me siento diferente a cuando tenía 12 años. Todavía tengo dolores de cabeza y me duele el estómago. Es como si tuviera náuseas... Me siento como si fuera a vomitar"
Al igual que Elena, la mayoría son hijos de inmigrantes latinos. Y todos se ven obligados a exponerse a los efectos nocivos de los pesticidas y la nicotina para ayudar a sus familias. En 2015 Human Rights Watch entrevistó a 26 adolescentes y 25 de ellos aseguraron padecer al menos un síntoma de intoxicación de nicotina: náuseas, vómitos, dolor de cabeza, aturdimiento o pérdida de apetito, entre otros.
"En el trabajo me sentía un poco enferma, como si algo fuera mal. Y entonces, por la noche empezó todo... Ese dolor de estómago era tan fuerte que me puse a llorar. Mi madre quería llevarme al hospital porque me encontraba muy mal. Y empecé a vomitar. Creo que vomité 3 o 4 veces. Fue muy doloroso... Estuve enferma durante 3 días", explicó Inés, de 17 años, a Human Rights Watch.
Foto de Benedict Evans para HRW
La rutina en las plantaciones podría ser dañina para cualquiera, pero para los menores las consecuencias son aún más graves. Ahora se evidencian las que surgen a corto plazo. Pero hay otras que podrían desencadenarse con los años, como trastornos en el estado de ánimo, problemas de memoria y atención, infertilidad y cáncer.
A pesar de que trabajar en granjas de tabaco es perjudicial para la salud, en Estados Unidos los adolescentes mayores de 12 pueden hacerlo durante un número ilimitado de horas
Sin embargo, los más desprotegidos son los que ni siquiera son conscientes de la existencia de estos riesgos. Se trata de los adolescentes que trabajan en granjas en las que no se ofrece ni la formación ni la equipación apropiada,como ropa o guantes. Por ello, algunos han llegado a improvisar una capa protectora con bolsas de basura.
Es como si, de algún modo, jugaran con una bomba de relojería que no saben que está programada para explotar en varias décadas.
"Ninguno de mis jefes nos ha dicho nada sobre pesticidas y sobre cómo podemos protegernos. Cuando trabajé con mi madre, ella siempre se aseguraba de que estuviese bien. Los jefes no nos dan nada que no sea nuestros cheques. Eso es todo", reconoció Sofia, de 17 años, a Human Rights Watch.
Foto de Benedict Evans para HRW
"En el trabajo me sentía un poco enferma, como si algo fuera mal. Y entonces por la noche empezó todo... Ese dolor de estómago tan doloroso me golpeó. Era tan fuerte que me puse a llorar"
A pesar de que en un futuro podrían cambiar de vida, cuanto más tiempo estén atrapados en este trabajo más difícil les resultará hacerlo. Como explica Yessy Bustos, la directora de la organización que promueve su educación, NC Fields , hay chicos de 12 años a quienes les resulta difícil compaginar la vida académica con la agotadora rutina del campo.
De esta forma, su historia se convierte en una paradoja constante: trabajan para ayudar a sus familias a salir de la pobreza, pero sin tiempo fuera del horario escolar para sus estudios difícilmente podrán salir de ella.  
Sin embargo, también hay historias como la de Sofia, que ofrecen un atisbo de esperanza. Compite en un equipo de atletismo y a pesar de que no tiene muchas horas para ello, no permitirá que el tabaco se lo arrebate. "La sensación de correr..., es increíble. Me encanta. Desde que trabajo no puedo ir a entreno y tengo que hacerlo por mi cuenta. Así que los fines de semana y los viernes por la noche salgo a correr por el camino de tierra y no me detengo hasta que he hecho 3 millas".
Foto de Benedict Evans para HRW
Human Rights Watch publicó otro informe en 2014 en el que denunció las consecuencias perjudiciales que la recolecta de tabaco comporta para la salud. Con ello consiguió que las 2 compañías de tabaco más importantes del país, Altria Group y Reynolds American, ascendieran voluntariamente la edad mínima para trabajar a los 16 años.
"Ninguno de mis jefes nos ha dicho algo sobre pesticidas y sobre cómo podemos protegernos. Cuando trabajé con mi madre, ella siempre se aseguraba de que estuviese bien..."
Aunque para ellos es tan nocivo como para los chicos de 12, aquello significó un gran avance, ya que se produjo el efecto contagio y otras empresas también implantaron normas más estrictas. Pero al no ser una obligación legal aún hay algunas que no tienen ningún parámetro de protección establecido.
Tiempo atrás, la administración de Barack Obama había reconocido los peligros con los que están obligados a trabajar, pero nunca hizo nada. Human Rights Watch le insistió para que tomara medidas al respecto, pero tampoco cambió nada.
Todo apunta, pues, a que los adolescentes del tabaco continuarán trabajando a la edad que quieran si es lo que necesitan. A pesar de que tenga que ser en una zona más remota, para una compañía más pequeña o en peores condiciones, lo harán.
De este modo, seguirán siendo el reflejo de una sociedad que se contradice a sí misma continuamente: son demasiado jóvenes para comprar tabaco, pero pueden trabajar en plantaciones donde se exponen a los mismos riesgos que un fumador. Como si hubiesen empezado a fumar con 12 años, aunque no por elección propia.
Google Plus
Loading...