Mollie Warren volvía a casa una mañana después de comprar el pan. Al llegar, escuchó que una de sus dos hijas estaba llorando y que su marido no estaba haciendo nada para remediarlo. Mollie, en lugar de enfadarse con él y pedirle explicaciones de por qué no la ayudaba, se acercó a consolar a la niña hasta que dejó de llorar.
Lo que le pasaba a Philipp, su marido, es que era incapaz de entender qué sentía al ver a su hija llorar. No es que no empatizara con que ella lo estuviera pasando mal, ni que no la quisiera, o que no sintiera tristeza.
A Philipp le latía más rápido el corazón, pero no podía identificar la emoción que le producía que su hija llorara y, por ello, tampoco la podía expresar ni tomar una decisión sobre qué hacer. Solo se daba cuenta de que no podía estar en la misma habitación y de que tenía que salir corriendo.
Philipp no era un insensible, ni un pasota, ni tenía un carácter frío.
Philipp tenía alexitimia.
Una vida sin emociones

Sobre la alexitimia se conoce muy poco, y lo poco que se sabe no siempre se ha dicho de manera acertada. Comúnmente se define como una "enfermedad" que impide sentir emociones, tanto buenas como malas.
Pero no es una enfermedad, sino un trastorno neurológico que consiste en la incapacidad del sujeto para identificar las emociones propias y, consecuentemente, la imposibilidad para darles expresión verbal.
Es decir, alguien con alexitimia es el polo opuesto a alguien con alta sensibilidad (PAS): no solo no tiene la capacidad de apreciar los diferentes colores de la vida a través de las emociones y los sentimientos, sino que no experimenta absolutamente nada a través de ellos.
Parece que actúe de manera indiferente
Solo que esto no es del todo cierto: según esta definición, estaríamos hablando de un psicópata, de “alguien que no empatiza y que es indiferente a los sentimientos y emociones de los demás”, según explica el profesor y neuropsicólogo Pablo Duque, que ha investigado ampliamente el tema.
Sin embargo, alguien con alexitimia siente tristeza, dolor, rabia, amor... “Lo que ocurre es que su cerebro no es capaz de identificar esa emoción que recibe como lo que es”, explica Duque.
Philipp era incapaz de entender qué sentía al ver a su hija llorar
Es decir, cuando Philipp veía llorar a su hija podía sentir tristeza y compasión, y su cuerpo reaccionaba como tal, pero su cerebro no identificaba esas emociones como lo que eran, y le daba una respuesta vacía. Su problema no es que no entienda los sentimientos de los demás, sino que no entiende los suyos y, por ende, le cuesta más entender los de los demás.
Philipp puede ser reprendido en el trabajo y se pondrá nervioso, pero no identificará los nervios y sus demás reacciones corporales –y tampoco la interacción de los demás– como miedo o rechazo.
Philipp también puede ver una película triste y romper a llorar, pero su cerebro no identificará ese sentimiento que está teniendo –aunque sea con mucha intensidad– como tristeza.
A su manera, yo sé que él me quiere
“Solo siente tristeza hacia él y estará decepcionado con él mismo si yo me enfado, pero no puede relacionar ese sentimiento con la tristeza, y por tanto, no puede vincularlo a la razón por la que yo me he enfadado, por lo que parece que él actúe de manera indiferente”, cuenta Mollie.
Lo mismo le sucede con todos los aspectos de su vida, incluido el de su relación, y el del amor.
24 años de matrimonio sin decir “te quiero”

Mollie lo sabe perfectamente.
Tiene 66 años y lleva 24 casada con Philipp. Hace 26 que comenzaron a salir. Desde hace nueve años residen, como muchos jubilados ingleses, en Marbella, en la Costa del Sol española.
Mollie explica que en 24 años de matrimonio, Philipp jamás le ha dicho “te quiero” porque saliera de él. No porque él no la quiera, sino porque Philipp no sabe que eso que haya sentido alguna vez se llame “amor”. “Si le pido que me lo diga, quizá lo haría”, cuenta.
“ A su manera, yo sé que me quiere, pero no lo puede expresar. Te atas a lo que conoces. Busco el afecto y llenar mis necesidades a través de mis amigos u otros intereses”, me dice.
Si le pido que me diga "te quiero", quizá lo haría
Para Philipp el amor es una determinación; es pura voluntad, no algo basado en una emoción: es acompañar a alguien en la vida y que esa persona le acompañe. Pero no sabe lo que es la ternura, ni el cariño, ni conectar espiritualmente con su mujer cuando tienen sexo.
“En el sexo actúa como un robot, es mecánico, muy controlado”, continúa. “Para él es solo un signo que representa que estamos juntos y en una relación estable, pero no expresa nada más allá de eso”, cuenta Mollie.
En el sexo actúa como un robot, es mecánico, muy controlado
Philipp habrá sentido el amor, pero su cerebro nunca lo ha descifrado y, por tanto, nunca habrá experimentado lo que el resto de seres humanos experimentan en su día a día en sus relaciones.
Mollie dice que su matrimonio y su sufrimiento se podrían resumir “exactamente” en el título del libro de Katrin Bentley Sola y juntos, sobre cómo llevar el matrimonio con una persona con síndrome de Asperger, una enfermedad que guarda múltiples paralelismos con la alexitimia.
Amor, frialdad, frustración

“He vivido casi toda mi vida con alguien que nunca puede mostrar emociones, apoyo, comodidad, comprensión…”, explica Mollie.
Incluso cuando discuten, Mollie se siente impotente y frustrada porque Philipp es como un bloque de hielo: “es muy difícil, nunca me contesta mal, nunca me responde, está como fuera de la situación, su lenguaje corporal es totalmente rígido…Nunca puedes discutir un problema, nunca puedes resolver nada”.
Le pregunto cómo se puede vivir una relación en la que no se sabe si el otro le quiere. Ella me responde otra vez que es “muy difícil. A veces imposible”.
Me explica que, antes de salir juntos fueron amigos durante 10 años en su Newcastle natal. Por eso, Mollie, ya conocía muy bien a Philipp y, después de haber construido una amistad sólida, sabía que sus faltas de afecto no tenían nada que ver con que no la quisiera.
No necesitas que te complete, ni que te entienda… Hasta que es tu pareja
Muchas de las personas que sufren alexitimia, sin embargo, no tienen la suerte de encontrarse una Mollie.
“ La mayoría de relaciones fracasan, los dejan cuando se dan cuenta que no pueden identificar sus propios sentimientos ni expresarlos”, dice el profesor Duque.
En la conversación con Mollie, le pregunto cómo se dio cuenta de que Philipp tenía alexitimia. Al fin y al cabo, si todas las parejas tienen un miembro que es el más frío de los dos, ¿cómo se puede diferenciar eso?
Se achaca todo a infancias difíciles pero no es del todo así
Mollie explica que ella no lo vio hasta que comenzó a salir con Philipp: “ la alexitimia solo es son un problema cuando se entra en una relación personal íntima. Conoces a gente que crees que deberían tener remordimientos pero piensas que solo son más frías o que tienen una personalidad diferente, que controlan más sus emociones, pero no es así.
“No necesitas que te complete, ni que te entienda… Hasta que es tu pareja”, me dice.
Las causas de una patología fantasma

Los motivos que provocan la alexitimia son sobre todo genéticos.
Por otro lado, “el contexto social en el que se desarrolla el cerebro también influye”, comenta el profesor Duque. Pero añade que, “cuando en neurociencia no se sabe muy bien la causa de algo, se achaca todo a las infancias difíciles, y esto no es del todo así”.
Finalmente, la tercera causa es neurológica, por defectos del propio cerebro o lesiones.
“Lo que ocurre en el caso de la alexitimia no tiene una descripción tan precisa como es el caso de algunas enfermedades mentales”, explica.
“No hay esperanza, no habrá mejora, así es la manera como él es y será”
No obstante, a lo que parece que apuntan los estudios es a que “ el sistema límbico del cerebro, relacionado con la interpretación de las emociones, con el sentir, con la unión entre emociones y sentimientos, junto a algunas conexiones en red, fallan”. “Fallan en el sentido que falla una amistad cuando dos amigos dejan de serlo, y entonces las cosas se dejan de identificar como se identificaban”.
La solución a la alexitimia aún no se ha descubierto. La única esperanza que queda a personas como Mollie y Philipp es acudir a terapias especializadas. Pero el desconocimiento de estos rasgos de la personalidad aún es demasiado grande.
Mollie no titubea cuando dice: “No hay esperanza, no habrá mejora, así es la manera como él es y será”.
Sola y juntos