
“Bienvenidos a mi casita, que es la casita encantada“, dice María Ponce con una sonrisa que la lleva siempre a flor de piel. Y entonces abre unas pequeñas puertas de tablas de madera, pintadas de color azul y así la gente entra a su pequeña casa que construyó sobre la transitada carretera en San Salvador (El Salvador), desde donde es visible a todos los automovilistas.
Su casa eso si, no es como todas: ésta tiene una pequeña particularidad:

Sí, mírenla bien. Es una casa hecha de botellas de plástico y lo más curioso es que todo comenzó desde una tragedia: resulta que María perdió su casa de paredes de lodo y tierra en 2001, cuando su país El Salvador fue sacudido por dos terremotos. Fue entonces cuando María tuvo que comenzar a ingeniárselas para tener nuevamente un techo donde dormir, y al parecer, su imaginación no tuvo límites.

A pesar de ser analfabeta y no haber conocido la escuela, María siempre tuvo dotes de artista, pues ella misma pintó su casa, la adornó con floreros de barro que fabricó y el piso tiene detalles de flores hechos con cemento “a pura mano”

Pero sin duda alguna, lo que más nos conmueve en María, es que ella hizo esto posible en una zona de escasos recursos, donde paredes no hay servicio de luz eléctrica o agua potable.
Lo de María es realmente un ejemplo para la comunidad… Y para todos nosotros.
“Mucha gente me visita, la gente se baja de los carros y yo los invitó a que conozcan mi casita encantada y les gusta, y cuando se van me dejan algún dinerito para que le de mantenimiento a la casita que es pequeña, pero es mi refugio de paz. Dios un día me reveló en un sueño cómo tenía que hacer mi casa y yo se los conté a mis vecinos y a mi familia y entonces me dijeron que estaba loca, pero ahora ya no piensan igual y hasta me dicen que les construya una igual, pero ahora QUE SE JODAN”
-María Ponce-