POSEEMOS LA CAPACIDAD DE CREAR LA ENFERMEDAD, TAMBIÉN TENEMOS ELPOTENCIAL PARA LIBERARNOS DE ELLA.



Lo que más necesita una persona enferma es que la tranquilicen y que después la guíen hacia un proceso de auto-curación. Lo que no necesita en absoluto es asustarse y sentirse condenada por pronósticos sombríos.

Pidamos a nuestra mente consciente que rechace total e inmediatamente cualquier afirmación que haya oído y que no sea totalmente favorable, y la sustituya entonces por lo que pueda contribuir a nuestra felicidad y a nuestro bienestar. Pedir también acoger las almas luminosas para guiarlas en nuestro camino si eso está de acuerdo con nuestro plan evolutivo. Después entregarnos a la Sabiduría divina para dejar que se manifieste la situación ideal.

Enfermarse, sentirse desgraciado o encontrarse en una situación desagradable no es una cuestión de mala suerte ni una casualidad o un castigo divino; no es más que el resultado de sintonizarnos con determinada frecuencia. Solo hay que cambiar de frecuencia negativa a una positiva para que el malestar, el dolor o la enfermedad desaparezcan, para transformar una situación difícil o para mejorar nuestra relación con los demás.

Las sugestiones más arraigadas se obtienen a fuerza de repetición; lo mismo ocurre con las frases o expresiones que repetimos con frecuencia. Al tomar conciencia del efecto de las repeticiones optaremos por las que nos son favorables y nos apresuraremos a eliminar las desfavorables. Se sugiere entonces repetir constantemente:

En cada momento creamos nuestra realidad mediante los pensamientos que sintonizamos, las palabras que pronunciamos y las elecciones que hacemos. Cuanto más ampliamos el campo de nuestra conciencia, más podemos intervenir para transformar favorablemente nuestro mundo y mejor podemos gobernar nuestra vida. Ejemplos de palabras que crean nuestros problemas y por tanto debemos anular y en su defecto utilizar otras nuevas: “siempre tengo que contenerme” crea el síntoma de estreñimiento y se debe utilizar a cambio “cada vez soy más yo misma”; “no puedo sentirlo” crea la sinusitis y es preciso utilizar “aprendo a acogerlo”; “tengo la impresión de estar estancado” crea dolor de pies y utilizar mejor “busco el paso que tengo que dar”; “el agua me engorda” da por síntoma la obesidad y en cambio hay que utilizar “el agua elimina mi exceso de grasa”; y así sucesivamente.

Cuando se quiere huir de una situación que conlleva a una importante lección para nuestra evolución, la enfermedad puede obligarnos a afrontarla. Podemos tratar de huir de nosotros mismos anestesiándonos, desvaneciéndonos, paralizándonos o angustiándonos. Pero huir no es la solución porque aquello que nos da miedo y de lo que queremos escapar nos persigue constantemente.

Hay que acoger a las emociones y no enfrentarse a ellas o provocarlas: no hacemos que las flores crezcan tirando de ellas. Hay que intentar encontrar la emoción o sentimiento en la cual nos hemos quedado atascados: duda, abandono, desvalorización, etc. o una mezcla de varios de ellos. El ser responsables significa reconocer que somos los creadores de lo que vivimos. Esto supone aceptar y reconocer que nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes o las lecciones que debemos integrar en nuestro camino evolutivo, han dado a lugar a las situaciones felices o desdichadas que hemos encontrado en nuestra vida o que vivimos actualmente.

Cualquier cosa que hayamos vivido, cualquiera que sea la enfermedad que nos afecta o el trágico suceso que hayamos sufrido, lo necesitábamos para asimilar lecciones esenciales para nuestra evolución.

Reconocer que todo es perfecto no significa abdicar, abandonarse o no reaccionar; al contrario, es actuar con responsabilidad en lugar de elegir la vía de la rebelión o de la abdicación. Con la ley de la responsabilidad ya no hay víctimas ni verdugos. No se puede acusar a los demás de lo que se vive porque hay algo que nos hace reaccionar de esa manera o lleva al otro al tratarnos así.

El otro no es más que un espejo en el que nos miramos. Uno puede rechazar su furia y otro expresarla con violencia: ambos están presos en ella.

Desde nuestra más tierna infancia hemos estado sometidos a diversas influencias; las que más nos han marcado son aquellas que recibimos de las personas en quienes más confiábamos. Repetiremos los mismos guiones hasta que alcancemos la suficiente madurez afectiva para dejar de amar como un niño (a) que depende de su mamá (papá).

Revisemos nuestras programaciones. Podemos haber programado “tener más de los demás = Injusto”, y entonces desearemos tener cosas bonitas o tener éxito, pero atraeremos las circunstancias adecuadas para romper nuestras cosas bonitas o sabotear nuestro éxito y nuestras posibilidades.

Una persona puede ser más sensible a determinadas vibraciones que otra, dependiendo de lo que tenga en su memoria emocional o de las lecciones que deba asimilar.



Pero por sobre todo debemos hacer cosas que nos aporten alegría y con las que pensamos empleamos bien la vida; prestar atención a nuestras necesidades y a nosotros mismos; dejar que se vayan todas las emociones negativas que podamos encontrar en nuestro interior; cultivar imágenes positivas en nuestra mente; proponernos objetivos entusiastas; descubrir lo que realmente queremos hacer; encontrar maneras de expresar el amor; amarnos y amar a los demás; crear relaciones en las que se tenga cabida el juego, la diversión y el amor; curar todas las relaciones traumáticas de nuestro pasado, especialmente las tenidas con los padres y familiares; decidirnos a consagrarnos al bienestar y a la felicidad; aceptarnos y aceptar todo lo que hay en nuestra vida como una oportunidad para crecer y progresar; aprender a sacar lo que se puede de cada experiencia; y avanzar con sentido del humor.
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