es un niño y los niños, pobrecitos, tienen que jugar

Si cuando me ves hacer esto no me dices nada porque claro: "es un niño y los niños, pobrecitos, tienen que jugar", entonces yo asumiré que el perseguir a seres indefensos para intentar golpearles es sólo eso, un juego muy chulo. Aunque lo más probable es que acompañes tu silencio de una sonrisa mientras piensas: "mira qué salado es mi crío, cómo disfruta en el parque y yo con él viéndolo" ¿Sabes qué conseguirá tu sonriente beneplácito? que yo lo repita. Como hijo lo que más me gusta es que te sientas orgulloso de mí y si ríes al verme es porque sin duda lo estás con lo que hago. Ya, son palomas. Lo más probable es que salgan volando y que mis patadas nunca las alcancen. Pero si hoy callas, si hoy sonríes, si hoy me dejas hacer esto con ellas mañana serán perros o niños de mi colegio. Y ninguno de esos tiene alas, ellos no saben volar. Será así, haré eso porque el respeto y la compasión no llevan velcro, no son de quita y pon, se tienen o no se tienen y puede que con el tiempo yo obtenga por otros derroteros los valores que tú no me inculcaste, ojalá, pero está claro que la educación que me diste hará que yo, papá, no sea ni respetuoso ni compasivo... Para las palomas no es un juego y para el niño no es acto inocuo. Si crece entre chascarrillos machistas tal vez despreciará a las mujeres. Si lo hace entre chistes racistas quizás menospreciará a los negros. Si no le enseñas que la violencia contra cualquier ser vivo es una conducta injusta, indigna y cobarde él se creerá facultado para ejercerla sobre los más vulnerables. Y la responsabilidad última de eso, la culpa, será sólo tuya envanecido papá. Haz que no sea el miedo al policía el que condicione los actos del adulto en el que se convertirá tu hijo sino la convicción de que nadie tiene derecho a hacer daño físico ni psíquico a nadie, más allá de las leyes y de las especies. Y doy un paso más: haz que comprenda que todos tenemos la obligación de proteger a quien no siempre puede hacerlo por si mismo, a quien es un blanco fácil porque nada más fácil, ni ruin, que cebarse con el desvalido. Si algún día te cuentan que tu hijo molió a patadas y puñetazos a un compañero del colegio que no pudo escapar, que tenía miedo, que no fue capaz de defenderse, que era más débil que él, acuérdate de las palomas, acuérdate de tu silencio y de tus risas. "Es un niño y claro, ¡tiene que jugar!, ¡pobrecito!" No afirmo que todos los críos que persiguen a las palomas con la intención de darles un puntapié acaben siendo violentos, lo que digo es que probablemente en un adolescente violento hay un crío al que nadie le explicó que no hay que arrear patadas a las palomas, que hay que dejarlas en paz.


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